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miércoles, 26 de octubre de 2016

Exposición Versiones de una cicatriz






Adriana Lara (México, 1978)  explora los cambios, los accidentes y las rupturas que dejan huella. La textura es evidencia y testigo de las marcas de las experiencias. Gracia Luévano (México, 1990) habla sobre la vulnerabilidad del ser humano a ser herido, donde los objetos cotidianos como una casa se tornan una proyección física sobre la cicatriz. Asimismo Aideé Borunda (México, 1985) utiliza analógicamente el objeto para expresar que las marcas son costuras de la memoria, en palabras de Piedad Bonet: “es un remate imperfecto que nos sana dañándonos”. Para Alejandra Ordóñez (México, 1986) la huella es la transformación de la materia, entendiendo el cuerpo como materia y como agente transformador al tiempo, a veces lento y silencioso, a veces raudo y agresivo. También Angélica Chávez (México, 1990) se aproxima al concepto desde la temporalidad del cuerpo y la materia, sus ciclos y caducidad. Su trabajo es una una reflexión para dejar de ver las marcas como algo superficial, pues no son más que una oportunidad de introspección. le da un giro al concepto y asume  la marca emocional analógicamente con el síndrome del miembro fantasma, que es la manifestación de la memoria que se origina por la ausencia y la sensación de que el ente permanece unido al organismo. Aniela Rodríguez (México, 1991) utiliza como instrumento el verso y la palabra a las que denomina las heridas más hermosas. Jael Gaytán (México, 1984) intenta hablar desde lo profundo de si misma al exponer la apatía y las marcas de una sociedad en violencia constante. Izabela Oldak (Polonia) refiere que “el mundo entero es un organismo de vida grande, todos nosotros tenemos las mismas raíces y somos las ramas del mismo árbol. Compartimos la misma realidad y sufrimos los mismos procesos de tiempo, examinando la metamorfosis constante”. Magali Pérez (México, 1979) en sus imágenes nos sumerge en la incógnita de la cicatriz, la cual sugiere que se lleva a la vista o en el alma, ya sea esta tangible o como parte de nuestros demonios.  Marcela Ochoa (México, 1978) expresa que la cicatriz es un proceso de recuperación, de liberar y renacer desde la naturaleza por medio de los beneficios de las plantas. Para Marcela Zamudio (México, 1988) no todas las marcas son tangibles, ni individuales. Los feminicidios son heridas, golpes que nos han dejado marcados como sociedad, una cicatriz colectiva. Marilú Ríos (México, 1987) aborda la relación entre el ser mujer y la naturaleza, la vagina como una cavidad abierta de la misma forma que la tierra, utiliza tierra y sangre menstrual siendo estos dos elementos de la implícitos en la naturaleza.  En palabras de Gloria Bosch el trabajo de Roser Oduber (España.) tiene que ver con la fragilidad humana como experiencia, la conexión a los ciclos de la vida y la fuerza regenerativa. Ella misma habla del “sistema de espacios vacíos que pueden ser transitados caminando a la deriva”. Cecile Hug (Francia, 1975) cuestiona la memoria del cuerpo, las marcas físicas que a veces desaparecen, pero no del recuerdo, se aproxima a la cicatriz que se produce cuando el daño es infringido por nosotros mismos. Galia Mirsha (México, 1978) compone su versión de la cicatriz con sonidos de instrumentos, voces y elementos de paisaje sonoro urbano. La sonorización del estado emocional de perdón, otros sonidos reconocibles en el código de la armonía tradicional occidental como traducción de los motivos que nos llevan al perdón y sonidos de carácter lúdico para describir la recuperación del equilibrio. Gabriela Hijar (México, 1990) retoma el concepto de Kintsugi la tradición japonesa de la restauración de jarrones cerámicos. La idea de que un objeto renace y se fortalece luego de sufrir un daño tiene una gran similitud con la cicatriz que nos recuerda el aprendizaje y la belleza adquirida a través del sufrimiento.










viernes, 7 de octubre de 2016

Exposició de Marta Pruna









MARTA PRUNA FRANCESCH (Barcelona, 1970)
She has participated in many individual and collective ve exhibitions since 1993, as well as in few art symposiums held in Catalunya, Germany, Austria, Belgium, Holland, Portugal, Switzerland, Japan and China.
She has progressively bonded with the territory since she setlled in Cervià de les Garrigues in 2001.
Her work is essentially made of stone and wood, and it has developed a power manifesting
in the work’s steep and precise cut, following a totemic primitivism. She significantly reflects
on a text writh en in 2006: ‘’Each 􀆟 me, in each project (…) on a new stone (…) I return to the
origin’’.
Marta Pruna elaborates individual shapes diluting in group structures, becoming gregarious
in their absorption, and integrative function. Those shapes currently tend to lean towards
the individual and inner search.
It is in these gregarious morphologies that the Totem, traditional representation of a deity, is
contextualized in detriment of its individuality. At the same time they lose their identity and
become gregarious, they integrate in the group, and are an essential part of it. As it happens
with nature elements, individuals only exist based on the group, and their identifying traits
are subdued to the discipline, needs, and demands of the collective they belong to.
‘’After 15 years in the territory I still work under the same fascination for Nature, and the
individual. I am always looking to fi nd something new, although that can mean repeating
the same shape. I still have the same feeling of happiness when holding the scarp, chisel and
hammer. Each time, in each project, I discover or suspect a kind of happiness that is not, in
any case, in need of a language neither explanations, but the absence of a traffic of ideas
as a challenge’’

MARTA PRUNA FRANCESCH (Barcelona, 1970)
Estudis: Llicenciada en la Facultat de Belles Arts, Escultura (1988-93); Estança 3 mesos Univ.
d’ Art de Linz (1994); Doctorat a Universitat de Barcelona (1997-99), Títol de Suficiència
Investigadora (1999).
Ha participat des de 1993 en nombroses exposicions individuals i col·lecti ves i diversos simposis sobre art a Catalunya, Alemanya, Àustria, Bèlgica, Holanda, Portugal, Suïssa, Japó o
Xina.
Des que l’any 2001 es va instal·lar a Cervià de les Garrigues, la seva vinculació al territori
ha estat progressiva. El seu treball, essencialment en pedra i fusta, ha desenvolupat una
contundència que es manifesta en el tall abrupte i precís de la peça i que remet a un primitivisme totèmic: “Cada cop, en cada projecte (...) en una nova pedra (...) torno a l’origen”,
reflexiona, significativament, en un text escrit de l’any 2006.
Marta Pruna elabora formes individuals que es dilueixen en estructures  grupals i en la seva
funció d’absorció i integració esdevenen gregàries, encara que ara van cada cop més cap a
l’individu i la recerca d’un mateix.
Deia en Sanuy: “les formes individuals i les seves particularitats, tot i que paleses, queden
supeditades al grup i només són reconegudes i reconeixedores en funció de les exigències
del grup”.
En aquestes morfologies gregàries, però, els Tòtems –representació tradicional de la divinitat-
es contextualitzen en detriment de la seva individualitat. S’integren al grup i en formen
part essencial, perdent la seva identificació particular i gregaritzant-se: els individus, com
els elements de la natura, ja no són sinó en funció del grup i els seus trets identificadors se
sotmeten a la disciplina, les exigències i les necessitats del col·lectiu al qual pertanyen.
Segueixo després de 15 anys al territori, treballant amb la mateixa fascinació per la Natura
i lIndividu, mirant de trobar alguna cosa sempre nova encara que sigui repetint la mateixa
forma-i amb la mateixa alegria en sostenir lescarpa, la gradina i el martell. Cada cop, en
cada projecte, descobreixo-sospito una mena de felicitat que en qualsevol cas no precisa
llenguatge ni explicacions sinó una absència de trànsit didees com a repte.
www.martapruna.com



CACiS presenta dins del seu programa Art i Geologia
 l’exposició "Quan parlen les pedres" de l’artista
 MARTA PRUNA FRANCESCH (Barcelona, 1970)
26/06 - 30/08 2016